martes, 18 de diciembre de 2018

Karla y Xavier

Ese suspiro antes de abrir la puerta, un suspiro largo,
intenso, un buen suspiro, propio del que sabe que
dentro del departamento no hay nada bueno para el.

Pero la ama y espera que esto sea temporal,
{¡Amor, ya vine!} otra vez sin respuesta, tenía
una semana que casi no hablaba, no respondía,
no lo abrazaba ni besaba, es más, Xavier
podía jurar que Karla ni siquiera se había
levantado de la cama.

No la ve por la sala, ni la cocina, él sabe
perfectamente donde esta, se decide ir a la
habitación, abre solo un poco {Amor, traje
comida china, tu favorita… Amor ¿estás
despierta?} No la quiere molestar, sabe que
él es el culpable, aun así se está empezando a
desesperar,{¡Carajo Karla!, ¿hasta cuando
vas a seguir a así?} De nuevo el silencio
ensordecedor, piensa en lanzarse sobre ella,
obligarla a que le responda, solo suspira…
sabe que fue justo ese “problema” el
que ahora los tiene en esa situación.
Decide irse a cenar solo.

Jamás debió gritarle, se equivocó, la cago
en serio, ella lo desespera, no lo entiende, nadie
lo entiende cuando se pone así, pero ya paso una
semana, ya debería perdonarlo.

Se recuesta al lado de ella, {En verdad lo siento}
como mensajes que un náufrago lanza al
mar en una botella, de nuevo sin respuesta.
En la oscuridad de la habitación, apenas y
puede distinguir sus rasgos, sus ojos hermosos,
azules, totalmente abiertos, uno amoratado,
“pero ella tuvo la culpa”, piensa.

La besa, aunque ella no lo diga, sus besos
siempre arreglaron cualquier diferencia,
está dispuesto a besarla hasta que lo perdone,
parece inútil esta vez, ella está fría y
no da respuesta, tal vez los besos no funcionan
esta noche, pero… tal vez algo más sirva.

Se monta sobre ella, su lengua la recorre, hoy no
pasa nada, su piel no se eriza,
no hay reacción, toca recurrir a la artillería
pesada, la lengua recorriendo despacio
desde la clavícula hasta la oreja pasando
por el cuello, eso nunca falla, o más bien…
nunca fallaba. La penetra, arremete una y otra
vez, sus ojos se encuentran por fin,
fijamente se miran, hermosos ojos azules que
hoy parecen más un lago tranquilo, que
el salvaje mar de siempre.

Jadeos, respiración pesada, pero solo uno de
los dos está disfrutando, el climax
se acerca, pero solo para Xavier... pero siempre
es así, siempre es igual, en ese
momento nada le importa más, por eso llevaba
ya unos minutos ignorando el
sonido de la puerta.

Alguien tocaba al principio, ahora son golpes,
se escuchan a lo lejos gritos, parece
la policía, “La policía no tiene nada que hacer aquí”
piensa Xavier. Si no estuviera
sobre Karla en ese momento, si no estuviera tan
cerca del orgasmo, se habría
preguntado qué hace la policía afuera de
su casa, que hacen tirando la puerta
principal de su departamento.

“Dios santo, ese olor, ese olor a muerte, tal
vez sea cierto el reporte que nos dieron”,
piensa Pedro, un policía bastante corrupto
acostumbrado a las peores bajezas, ya
han logrado tirar la puerta y recorren el
departamento completamente oscuro, no
se necesita ver cuando el olor a muerte es tu guía.
Pedro, nunca había sentido tanto miedo,
(ni siquiera en sus dos divorcios), después
de tantos años de policía, el corazón se seca,
las emociones se guardan para ciertas
personas o cierto lugares. Pero no para el trabajo,
no para ese lugar, no para ese momento.

De alguna manera sabía lo que vería detrás de
la puerta, dos olores que conocía
perfectamente, semen y muerte.

“Un dolor de estómago, un retortijón,
un sentimiento, una náusea, mi sangre
bajando a los pies y luego subiendo de nuevo.
El terror y el asco haciendo el amor”

Eso decía la declaración de Pedro en la
reconstrucción de los hechos. Sus compañeros solo
dijeron, “Xavier mató a su esposa y luego
de una semana, se la cogió”

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